domingo, 18 de diciembre de 2011

La música como consciencia...

JAVIER SAMPEDRO 18/12/2011

 
Igual que la gente es una sola cosa vista desde la distancia y una plétora a pie de calle, nuestra consciencia es un flujo único en nuestra experiencia, pero una multitud de diablillos celulares a la escala que usan los neurólogos, que es también a la que sufren sus pacientes. La voluntad de mover un brazo reside en un trozo de cerebro, como la habilidad para percibir formas, la aptitud de emocionarse con lo bello o la conjugación del subjuntivo. Estos talentos se deben a la arquitectura innata del cerebro como a las nuevas geometrías que imprime en sus circuitos el aprendizaje del mundo, pero son agentes autónomos en buena medida, y ocupan posiciones discretas en el cráneo. No es extraño que puedan estropearse por separado, y así lo ha establecido un siglo de investigación neurológica.
La música no es una excepción. La capacidad para percibirla y disfrutarla como una de las mayores experiencias estéticas que cabe vivir, es un universal humano, instalado con profundidad en todas las culturas y poblaciones sin excepción conocida. Su generalidad es tal que algunos científicos sospechan que evolucionó íntimamente asociada al bipedalismo y la coordinación de movimientos necesaria para caminar y correr. También para bailar. Su relación con la evolución del lenguaje es más evidente aún, y fue ya propuesta por Darwin en el libro que fundó las modernas ciencias cognitivas, La expresión de las emociones en el hombre y los animales, de 1872.

La música sigue circuitos paralelos a los de la percepción lingüística en el córtex auditivo, la zona del cerebro cercana a las orejas. Empieza como estos en la cóclea, el órgano espiral que clasifica los sonidos por su frecuencia acústica, o como notas en la escala musical. A medida que la información asciende por el córtex, de las orejas a lo alto de la cabeza, se hace más abstracta: las notas se abstraen en intervalos y acordes, luego en frases y pasajes, hasta que una sonata entera llega a ser un concepto. Y más allá, cuando no ya un blues, sino todos los blues, conforman una sola idea en los estratos superiores de la mente. El proceso es idéntico al que permite entender el lenguaje, o simplemente ver el mundo que tenemos delante.

La consciencia es una, pero a veces hecha de partes dañadas, ausencias, pecios de la biografía.

El virtuoso chelista amnésico...

DANIEL VERDÚ - Madrid - 18/12/2011


Un músico alemán pierde todos los recuerdos pero interpreta y reconoce sinfonías - Estudios revelan cómo la memoria musical se aloja en lugares distintos del cerebro.


Cuando llegó a las urgencias del hospital Charité de Berlín, el paciente no recordaba prácticamente nada. Padecía fiebres, dolores de cabeza y algún ataque epiléptico. P. M. [los médicos protegen su identidad] sufría una encefalitis por herpes que había arrasado con la mayoría de sus recuerdos. Solo reconocía a su hermano y era incapaz de realizar simples ejercicios como dar el nombre de algún río de Alemania o nombrar la capital de España. Aquel amnésico había sido un reputado violonchelista de una orquesta berlinesa; y la sorpresa fue que, con el tiempo, su neurólogo descubrió atónito que el hombre sí era capaz de recordar sinfonías, su melodía e incluso su tempo. ¿Podía tocarlas? En realidad se negaba a interpretar su instrumento delante de los médicos (creen que por pudor a no hacerlo ya tan bien), pero según sus vecinos, seguía haciéndolo perfectamente algunas tardes en su apartamento.



Su neurólogo: "Era tan grave que no avanzábamos con los métodos normales"

 
Según Oliver Sacks, la memoria automática es más resistente


Las sucesivas pruebas revelaron que, pese a no poder nombrar a ningún violonchelista y ser capaz solo de invocar a Beethoven como representante de los compositores que admiraba, conservaba casi intacta su memoria musical, si es que puede llamarse así. "Su dolencia era tan grave que no podíamos avanzar con los métodos habituales para casos de amnesia. Así que diseñamos una serie de tests especiales basados en la música", recuerda por teléfono el doctor Carsten Finke. P. M. había perdido la memoria episódica (la que se encarga de los acontecimientos vividos) y prácticamente toda la factual (la que almacena los datos), pero conservaba elementos tales como el ritmo o el tempo; incluso, si existe tal cosa, el gusto musical.


"Nuestros experimentos revelan que la memoria se organiza de diferentes maneras en el cerebro, y que los recuerdos musicales son independientes de las estructuras del lóbulo temporal medial, que es donde se alojan los datos y los episodios", explica Finke. Todas las pruebas se realizaron con música clásica y, en algunas ocasiones, se le hizo escuchar música desconocida hasta entonces para él (compuesta más allá de 2005, cuando ingresó en el hospital) que pudo recordar no más allá de 90 minutos. "El caso es una prueba muy clara sobre la existencia de este tipo de memoria, pero no puede establecerse una teoría definitiva. Además, es muy complicado encontrar más casos como el de P. M.".

Uno de los más conocidos fue paciente del neurólogo y escritor Oliver Sacks. Clive Wearing, era un eminente músico (organista y director de coros) y musicólogo inglés que sufrió la misma dolencia en 1985 (la padecen 1,5 millones de personas al año) y que perdió por completo la memoria excepto para dos cosas: el amor a su mujer, a quien nunca dejó de reconocer, y sus conocimientos musicales. Eran las dos únicas cosas que le resultaban familiares y que era capaz de ejecutar en una suerte de continuum sin bruscos apagones cerebrales. El resto, como definía su esposa, era una "permanente agonía". Solo recordaba lo que había hecho dos segundos antes: cada parpadeo, y es literal, marcaba el inicio de una nueva vida.

Sacks centra sus investigaciones, publicadas en el libro Musicofilia (Anagrama), en un tercer tipo de memoria: la de los procedimientos. Y parece que tiene sentido. Wearing era capaz de ir a por el azúcar a un armario de la cocina, pero no le era posible decir dónde se encontraba el azúcar si se lo preguntaban. Podía vestirse cada mañana, y combinaba con gusto las diferentes prendas. Si se paraba a pensar, sin embargo, se quedaba paralizado. Lo mismo le sucedía al misterioso violonchelista alemán.

La música es un procedimiento activo. Tanto la escucha como su ejecución se realizan siempre en el presente. Aunque parezca una obviedad, el sonido no existe ni antes ni después de ser interpretado. Como decía T. S Eliot, "eres la música, mientras la música dura". Bien, pues en ese procedimiento, sin apenas reflexión y basado en un cierto automatismo, Wearing se manejaba como con un cerebro sano. Hasta que la música duraba, claro. "Para la memoria de procedimientos es importante que el recuerdo sea literal, exacto y reproducible. La repetición, el ritmo, el ensayo y la secuencia son esenciales", señala Sacks en su libro. "Recordar la música es escucharla o tocarla, se hace por completo en el presente. De hecho, si pensamos cada nota o cada paso de manera demasiado consciente, puede que perdamos el hilo". Algo parecido, si se quiere, sucede con el amor. De ahí que Wearing solo reconociera a su mujer y viviera con ella en un estricto presente.
La memoria de los procedimientos, la que tendría que ver con la música o, incluso, con un conocimiento automatizado como montar en bicicleta, se encuentra alojada en un mayor número de partes del cerebro, y más robustas. Por eso, opina Sacks, "es más resistente (son estructuras subcorticales como los ganglios basales y el cerebelo) y hay muchas conexiones entre ellas y el córtex cerebral: aguanta más pese a que haya daños en el hipocampo y en las estructuras del lóbulo temporal medial, donde se halla la memoria episódica y factual". Según los expertos, esa memoria funciona como unas vías de tren en las que es posible cambiar el ritmo y la velocidad, pero no el camino.
Isabelle Peretz, directora del Laboratorio para la Investigación de la Música, el Cerebro y el Sonido de Montreal, dedicado al estudio de los procedimientos cognitivos relacionados con la música, apunta en la misma dirección que Sacks en sus respuestas por email: "Es impactante y fascinante y revela cómo la memoria automática (de procedimientos) está debajo de un gran número de habilidades entrenadas (como jugar al tenis) sin ninguna conciencia de ello". O lo que es lo mismo, en según qué casos, pensar empeora las cosas.

lunes, 12 de diciembre de 2011

viernes, 9 de diciembre de 2011

Seis conservatorios municipales de la provincia planean unificar tasas

Galicia 9/12/2011


El elevado coste del mantenimiento de los conservatorios en Ribadavia, O Carballiño, Xinzo, Verín, Celanova y O Barco es una de las grandes preocupaciones de sus dirigentes. De ahí que acaben de unirse a una asociación creada a nivel autonómico (bajo el nombre de Agacom) en la que reivindican la restitución de las aportaciones económicas oficiales, tras la drástica rebaja de las ayudas este año. Desde Ribadavia se va más allá y se reclama además la implicación en estos gastos de la Diputación de Ourense. «É a única das catro galegas que non aporta nada ós conservatorios e ás escolas municipais, nun servizo fundamental como é a educación musical dos nosos veciños», explica Marcos Blanco, el regidor.

Seis conservatorios municipales de la provincia planean unificar tasas


Otra de las ideas salidas de Agacom es la de tratar de unificar las tasas que pagan los alumnos, «porque aínda que non sexa para cubrir gastos, si para que sexa menos deficitario», ahondaba Alonso. Y es que en el caso de O Barco, el Concello aporta cada año 235.000 euros a fondo perdido para mantener el conservatorio y la escuela de música. «E agora tiñamos a idea de comprar un piano e non temos cartos», señala.

Información de María Cobas, Cándida Andaluz y C. Paradela



La voz femenina agota el cerebro del hombre‏...

junio 3, 2011 por Kathy




Un estudio científico detectó que la incapacidad de un caballero para mantener la atención con lo que le dice una mujer tiene fundamentos científicos

La voz de la esposa o la suegra hartan al hombre pero, cuidado, que no es por la costumbre, sino que está científicamente comprobado que la voz de las mujeres agota el cerebro del hombre.

Esta reveladora conclusión fue publicada por “Neuroimage”, una revista de ciencia en la que el profesor Michael Hunter, de la Universidad de Sheffield, relata que los tonos femeninos toman toda el área auditiva del cerebro, mientras que la voz de otro hombre sólo requiere del área subtalámica, según relata el diario inglés Daily Mail.

El estudio se realizó a través de una tecnología especial para poder detectar estos movimientos, de la misma manera que puede verse en una resonancia magnética.

Según este profesional, “las mujeres tienen una voz natural con sonidos más complejos”.

Con este contundente resultado científico, es más que razonable no poder sostener la atención en el diálogo con una mujer por mucho tiempo.

Las esposas suelen quejarse de que sus maridos no las escuchan, pero no comprenden que detrás de esta situación hay fundamentos científicos que impiden poder escuchar durante mucho tiempo sus planteos y conversaciones.

La realidad parece indicar que un esfuerzo así podría afectar la zona cerebral masculina.

Además, escuchar a una mujer consume muchos más recursos (obviaremos aquí piadosamente las asociaciones que provoca en los hombres la frase anterior). Mientras que entender lo que nos dice un hombre requiere solamente el uso de una pequeña parte del núcleo subtalámico, descifrar el laberinto de sonidos de una voz femenina exige y demanda una infinita serie de complejas interacciones desparramadas a lo largo de toda la corteza auditiva, en forma similar a lo que nos reclama escuchar y entender los complejos patrones armónicos y tonales de una ópera de Ginastera. Mientras una mujer nos habla, nuestro cerebro está tan ocupado que prácticamente no le queda tiempo ni ganas de hacer nada más. Al rato, sentimos unos incontenibles deseos de decirle “¡Cállate!”.

Cuando un hombre escucha una voz desconocida, el cerebro la compara con su propia voz: si es similar a la suya, transporta muchos datos con economía de recursos y se procesa en el subtálamo, la cataloga como masculina. Si es muy complicada, requiere de muchísimos sonidos para transmitir la misma información y demanda el uso de gran parte del cerebro, la reconoce como una voz de mujer. Si este mecanismo no existiera, ningún varón podría diferenciar si una voz humana corresponde a un hombre o a una mujer.

Fuente: University of Sheffield
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